sábado, 20 de octubre de 2007

JAC

Malas noches,

Si, malas noches, he sabido hace un rato que ha fallecido en el día de hoy (por ayer) el acompañante habitual de mis madrugadas (y mis mañanas), un nombre que a ustedes puede no sonarles: Juan Antonio Cebrián.
Hacía ya muchos años que su programa era lo último que escuchaba antes de dormir. Es raro, pero lo siento como si se me hubiera ido alguien de mi familia.
Queda el consuelo de que tal vez esté mejor, de que ya haya hecho migas con personajes a los que seguro que siempre quiso conocer, personajes que hizo que mucha gente conociera; Alejandro, algunos reyes godos,... y muchos más...
Bueno, ustedes muy probablemente estén alucinando y tal vez ni siquiera conozcan nada de lo que este periodista, historiador y para muchos (aún sin haberle conocido personalmente nunca) amigo ha hecho o ha dejado de hacer. Se me va un referente y se me va un acompañante, noctámbulo. como un servidor.
Esperemos que pronto su Alejandro siga sus pasos y llene, como su padre, los huecos en las ondas que Juan Antonio deja hoy tristes y llorosos porque nadie sabe llenarlos como él.
Allá donde estés, desde la estrella de tu rosa de los vientos, descansa en paz amigo.
ECM

"Donde la noche se enamora del misterio, y envuelve con su capa a esas almas heridas de soledad, para que no mueran de frío. Donde la noche se transforma en una luz y acuna la imaginación y los sueños de libertad. Donde la esperanza camina de la mano del saber. Donde te espero, en la Rosa de los Vientos."
Nos vemos, nos vemos allí, en la Rosa.

4 comentarios:

Chema dijo...

Tambien me sorprendio mucho la noticia. Me gustaba escuchar su programa, particularmente su interesante 'pasajes de la historia' y sus tertulias nocturnas, lo cual hace bastante duro el madrugon de los lunes. Sirvan esas lineas tuyas como homenaje.

vatos dijo...

Fuerza y Honor.

nayade dijo...

bellas palabras. es una pérdida muy triste.
ahí en la rosa de los vientos
seguimos...

Anónimo dijo...

Si alguien ama a una rosa de la que sólo existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas.¡Pero si el cordero se la come, para él es como si de pronto todas las estrellas se apagaran!

Me quedé de nuevo helado por un sentimiento de algo irreparable. Comprendí que no podía soportar la idea de no volver a oír nunca más su risa. Era para mí como una fuente en el desierto.

MRS. MLBA