Elogio de la locura

Iba yo caminando por la calle cuando de repente y sin mediar palabra una oscura golondrina de esas de las que vuelven a mi balcón sus alas a mostrar arrojó sobre mi avejentada y marcescible carcasa un mendrugo de pan.
Continuó su vuelo hasta colocarse sobre una farola a unos 4 metros de la mi persona... Volvióse entonces y espetóme: "¿Qué sabe el pez del agua donde nada toda su vida?"...

Importancia no le di, continué mi camino, siguiendo la senda que marcan las bolsas de plástico, restos de industrial bollería y basuras varias hacia el templo del consumismo que llamamos supermercado...

Todo iba normal (quitando la curiosa-he de reconocer que fue la primera vez que un animal me acertaba con un pedazo de pan en la cocorota- anécdota de la infame turba de nocturnas aves... bueno, infame turba de nocturna-y porque ahora anochece antes- ave) hasta que, tras el estante de suavizantes para lavar a máquina textiles de color (de color no-blanco se entiende... por qué cuando se dice "de color" al lavar se excluye el blanco... hablando con propiedad, se debería excluir el negro... en lavando o en cualquier otra faceta de la vida, claro XD) aguardaba de nuevo la negra golondrina... a espetarme volvió: "¿Qué sabe el pez del agua donde nada toda su vida?" volvíme y de atraparla traté... infructuoso intento, voto a tal...

Colocóse sobre el estante de patatas saladas onduladas ultra llenas... repitió como maléfico eco que en mi cerebro resonaba: "¿Qué sabe el pez del agua donde nada toda su vida?"...

Preso ya de la ira más encendida de la que en mi vida he sido víctima, comencé a arrojarle lata tras lata de endibias cocidas-de esas que sólo tienes que calentar, echar al gusto aceite y sal y consumir a voluntad- movióse con la celeridad del rayo, incapaz fui de acertarle con mis precocinados proyectiles,...

Colocóse el infecto animal tras mi pelada nuca y susurróme de nuevo:"¿Qué sabe el pez del agua donde nada toda su vida?"...

Maldito engendro infernal, a mi albedrío has de dejarme, a fe mía que si atraparte consigo, no volverás a repetir tamaña frase a otro mortal...
"¿Qué sabe el pez del agua donde nada toda su vida?" sonó de nuevo en mi cabeza, no sonó, atronó para hablar con propiedad...

Raudo volví sobre mis pasos, regresé esquivando cajeras y empleados que me instaban a pagar todos y cada uno de los proyectiles empleados en la infructuosa caza de tan parlanchina ave... algunos con violencia...

Conseguí alcanzar la rúe, seguido a pocos metros por el enviado del averno... "¿Qué sabe el pez del agua donde nada toda su vida?"... repetía... corrí, sudé, salté -incluso una sardana bailé- tratando de escapar al maligno mensajero... ya nada existía sólo podía escuchar aquella puntiaguda voz que punzaba ya en mi alma más que en mi carne... "¿Qué sabe el pez del agua..." galopando estaba cual desbocado equino buscando impenitente un escondite para mi ser sosegar... La Cena del Señor... acogiéndome a sagrado tal vez pueda al infierno burlar...

Penetré sin dudar en el moderno templo... las manos se alzaban hacia el cielo implorando no sé muy bien qué dones a Nuestro Señor... todo estaba en paz...

Hasta que una voz a mi derecha sobresaltóme "¿Qué sabe el pez del agua donde nada toda su vida?"... maldito portador de violencia y destrucción... en paz mi alma dejarás cuando pase de largo por el seno de Abraham... un millar de aves -de variado pelaje esta vez... allí había zarapitos, petirrojos, correlimos y alguna que otra ave del paraíso que al fondo se veía- repetían sin cesar la infausta cantinela.

Preso ya del mayor recelo que experimentado había, traté de escapar por aquel vítreo agujero...
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Qué somos sino un juego de Dios.