Buenas, estimados todos,
Hoy no queda sino explicar lo curiosa que es la vida, de
accidentes y de tactos rectales.
Pues bien,
érase que se era que tras una luenga tarde de trabajo, la luz de
mis ojos y un servidor nos dirigimos a casa en nuestro caballo de
hierro.
Un señor mayor, extraño de hechuras y de bisoñé sobre cráneo
ancho, decide cruzarse en nuestro camino. Comprobamos efectivamente
que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo
(cómo hubiera preferido que aquel de aquello de todo es relativo
tuviera razón, que si cuerdas que si p. en vinagre... el toñazo nos
lo llevamos) en tal caso la ley de la impenetrabilidad es cierta, de
veras que doy fe.
Entre tanto, en un lugar no muy alejado de esta, nuestra capital
del reino, gobernada ahora por las hordas rojas sedientas de sangre,
de cuentas pendientes y de guerracivilismo (que manda huevos que
individuos de mi edad anden todavía en esas... parecemos los corsos
de Astérix)... el sr. D.R. se disponía a visitar a su urólogo de
referencia. D.R. no es muy viejo, es un tipo más bien joven,
delgado, en más o menos buena forma... pero con eternas ganas de
mingitar... pues bien, allí a quemarropa se deshace de embustes, de
argucias, tretas, trampas... y desnuda su alma ante el buen doctor.
Y el buen doctor, desnuda su cuerpo.
Pues bien, sin luces ni intermitentes, el ínclito sr. mayor, en
lo sucesivo mr. T.C., natural de Valencia y de 69 años de edad, no
lleva luces puestas, no lleva intermitente alguno, no indica de
ninguna manera su intención de girar, desde el carril de la derecha
-cruzando dos carriles por ende- hacia la izquierda.
Una extraña sensación de "me da, me da el gilipollas, me
da, me da, me... " zas! invade mi pensamiento.
Y a mr. D.R. le sucede más o menos lo mismo cuando el buen
doctor le explica que para comprobar su buen estado de forma
prostático, lo mejor es que se ponga a cuatro patas y se relaje...
Dicen las malas lenguas que no le costó esfuerzo ninguno, por la
costumbre y esas cosas... pero yo sé que no son ciertos los hablares
de los mentideros.
Me da me da me da... pensaría mientras el dr. se enfundaba la
mano en el frío guante de látex.
D.R. mirando por el retrovisor, tratando de relajar su esfínter
mientras a él se acercaba aquel "dedo acusador", directo a
mancillar la poca hombría que le pudiera quedar sobre aquella
camilla, untado como estaba su cerito en lubricante barato.
Y se produjo la colisión, no pude evitarlo, pese a que Bonifacia
quiso evitarlo, sus zapatitos resbalaron... vamos, que derrapamos y
chocamos contra la puerta de aquel Volkswagen de color granate, a la
altura de la puerta del conductor. De hecho, si vds. vieron aquella
de la guerra de las galaxias en que cierto personaje es atrapado en
carbonita... las rodillas nuestras, quedaron en la puerta de este
coche de similares formas.
Dicen por ahí que D.R. disfrutó, que pensó que era
tremendamente reconfortante que le introdujeran ciertas cosas por su
"me duele me duele" sin tener que dejar un sobre con unos
euros manchados de lágrimas sobre una mesilla sucia y mohosa. Dicen
que tanto lo apreció que le dejó al urólogo su número de móvil,
por si tenía a bien llamarle cuando acabara su turno, le prepararía
papas arrugás y dejaría que el amor desbordase en su corazón...
cuando lo normal es que el amor, rebose en su boca, nada más.
ECM voló, debió saltar el capó del infernal monstruo de metal.
A partir de ahí, todo fue confuso: gritos, lamentos, aspavientos,
alharacas y muchas, muchas oscuridad.
Uno que pensaba que no había sino finado a la luz de sus ojos,
pasó sin duda los peores 5 segundos de su vida, los mismos segundos
que tardó en levantarse como un resorte, quitarse el casco (ambas
cosas contraindicadas en caso de accidente, tomen vds. nota por si
les ocurre, Dios-el verdadero, el de aquí- no lo quiera, y gritar
como alma en pena, con la angustia desgarrando su alma inmortal, el
nombre de su estrella, el nombre de su otra mitad.
Y desgarrando se hallaba el buen doctor, esa mezcla de dolor y
placer que tantas veces había buscado D.R. billetera de por medio,
se abría paso en sus entrañas.
Hubiera deseado grabar el momento, le parecía poco serio pedir
permiso al médico para hacerse una auto foto con el índice del
galeno penetrando su intimidad, pero-eso no se lo quita nadie- lo
guardó bien guardado en su memoria de mono. Este momento le servirá
en sucesivos meses para paliar la soledad del come tierra. Desde su
buhardilla del centro, mirará por la ventana, verá llover sobre
mojado, mientras, a la par, su ser se humedece y se toca practicando
cual irracional bestia el onanismo compulsivo.
Y SAMUR, y una decena de personas tienen a bien acercarse para
tratar de ayudarnos en la medida de lo posible, y policía municipal,
y se forma ... una mezcla entre la marimorena, el circo price y el
infierno en la tierra.
El culpable de nuestro accidente llega a darme pena... pena que se
olvida cuando el... busquemos un sustitutivo de lo que pienso...
el... el... el
hijodelagranputaviejocabrónquenohadeconduciryesperoqueagarresífilisjodidadelachungaqueleduelaymueraytodossepregunten
quéhacíaeldifuntoconunagallinaenristre... se declara no culpable
del siniestro a los pocos días.
Una suerte de verdad que el sr. policía fuese motero, le hubiera
pasado exactamente lo mismo y dejara clarito en el atestado lo que
había sucedido (supongo que los peritos pudieran haber indagado y
llegado a la conclusión de que si nuestras rodillas están en su
puerta, es imposible que nosotros fuéramos culpables... pero mejor
así, a fe mía que sí).
En estas que mientras esperamos la grúa, a ser atendidos por los
servicios de emergencia,... un sr. adicto a todas luces a las
sustancias psicotrópicas aparece en escena y comienza a preguntar
cosas como si fuera mi padre, un colega de toda la vida o similar...
yo que soy muy educadito (vamos, que soy idiota y lo de mandar a la
gente a freír espárragos no lo tengo muy ensayado, por tanto
aguanto y aguanto mientras en mi mente dibujo la muerte horrible de
mi interlocutor mientras muestro una cortés y agradable sonrisa)
soporto el temporal con mi lado derecho machacado, sangrando,
dolorido y muy, muy consternado mientras empiezo a pensar lo que
podía haber pasado y lo poco que-relativamente, ojo - ha pasado.
Pues bien,
unos meses después, yo he vuelto a ser yo, de color normal, no
morado, verde, amarillo o de ningún otro color de la gama en que los
moratones van y vienen tras estos singulares eventos.
Mr. D.R. tiene la próstata en su lugar, le ha sido recetado un
medicamento que sin duda hará que sus cuerpos cavernosos no reciban
el necesario fluído, eso a él no le importa, siempre le quedará la
puerta del garaje, y continúa su vida vagando por las calles,
embozado en su capa de reproches y lloros, buscando, oliendo el aire
para tratar de encontrar el rastro de aquel doctor del amor...
Aunque jamás supo, ni sabrá, su nombre.
P.D.: en ulteriores entregas les narro el hijoputismo de las
mutuas de trabajo, de los fisioterapeutas mamones a los que se la
suda su trabajo, la burrocracia de las compañías de seguros y
cualquier otro evento que vds, mis amados lectores, quieran y tengan
a bien preguntar.
P.D.2: "La virilidad empieza cuando hemos aprendido a
vivir en la necesidad."
Thomas Carlyle